jueves, 25 de febrero de 2010

HISTORIA DE LA GASTRONOMÍA

1. COCINA PREHISPÁNICA. 1
1.1 La Leyenda de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl. 1
1.1.1 La profecía del anciano Weman. 2
1.1.2 Chimalma. 2
1.1.3 El venado. 2
1.1.4 El pez agorero. 3
1.1.5 El oráculo. 3
1.1.6 El nacimiento. 3
1.1.7 Niño del viento. 3
1.1.8 Infancia. 4
1.1.9 Los huesos de su padre. 4
1.1.10 Invitación a Tula. 4
1.1.11 El sacrificio. 5
1.1.12 La nube blanca. 6
1.1.13 Los enigmas de la serpiente. 6
1.1.14 En la casa de oración. 7
1.1.15 La casa real. 8
1.1.16 Las insignias. 8
2. EL HOMBRE PREHISPÁNICO. 9
2.1 La importancia del maíz. 9
2.1.1 El maíz en la mitología prehispánica. 10
2.2 Los utensilios de cocina. 10
2.3 Tipos de alimentos. 11
2.3.1 Conservación de los alimentos. 11
2.3.2 Técnicas de cocción. 11
3. Religión Cosmovisión y Medicina Azteca. 12
3.1 Los mitos de los aztecas. 12
3.2 Complejos de deidades. 12
4. Generalidades de Teotihuacán. 12
1. COCINA PREHISPÁNICA.
1.1 La Leyenda de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl.
1.1.1 La profecía del anciano Weman.
Quiero hablar del anciano Weman, astrólogo y profeta que vivió hace muchos siglos, quien, a la edad de casi trescientos años, se sintió morir. Y reuniendo todas las historias que tenían los
Toltecas desde la creación del mundo hasta su tiempo, las hizo escribir en un libro donde se relataban todos sus trabajos y prosperidades, la vida de sus reyes, sus leyes y buen gobierno.
Escribió también las sentencias de la antigua sabiduría, las metáforas y la filosofía, y todo los que en su tiempo se sabía sobre astrología, arquitectura y artes secretas. Y tras hacer un compendio de ello, selló el libro y lo tituló Teomoshtli.
Predijo Weman que, transcurrido un milenio desde su muerte, habría de asumir el trono un señor, con la voluntad de unos y contra otros, que ostentaría ciertas señales en su cuerpo, siendo la principal sus abundantes cabellos, con los cuales la naturaleza formaría una tiara en torno a su cabeza desde el vientre de su madre hasta su muerte. Asimismo, que habría de ser barbado y tendría el aspecto de dios.
Profetizó también la conducta de su vida, la cuál sería al principio muy justa y sabia, pero, hacia la mitad, necia y desventurada, por cuya causa los de su nación padecerían grandes castigos procedentes del cielo. Y se levantarían contra él ciertos sacerdotes que le harían huir hacia el sur. Consumada esta señal, comenzaría la destrucción de los toltecas.Aseguró que en aquel tiempo, las mujeres principales se darían a excesos, y los sacerdotes romperían sus obligaciones y se entregarían a riñas e idolatría, llegando a derramar sangre humana en los altares. Por todo esto, la tierra, airada, les negaría el sustento y los arrojaría lejos, castigándolos con rayos, heladas, granizos y fuego, e incitaría contra ellos cruentas guerras con las cuales se acabarían entre sí.
Estas cosas llegó a saber Weman gracias a su conocimiento de la rueda del destino. Y, con el tiempo, fue voluntad de Ometeotl que todo sucediera.
1.1.2 Chimalma.
Cerca del pueblo de Michatla’ko, en una casa llamada Pochotitla, habitaba un matrimonio anciano que no tenía hijos. Por tal razón, suplicaban todos los días a Ometeotl, a fin de que les concediese educar a un niño. El viejo se llamaba Sipaktonal, dragón luminoso, y la anciana Oshomoko, fecundadora, y ambos eran sacerdotes.
En su momento, Ometeotl les concedió una hija, a quien pusieron por nombre Chimalma.
Después de su alumbramiento, la anciana soñó con los hijos de Tláloc, quienes le advirtieron que su hija no se casaría y, no obstante, daría a luz un niño. Para evitar tal desgracia, la educaron con mucho recogimiento.
La niña creció y llegó a ser una joven de hermosa apariencia. Pero, en lugar de dedicarse a las labores femeninas, comenzó a prepararse para la guerra. Muchos vecinos vinieron a solicitarla en matrimonio, más ella, para dolor de sus padres, no consintió en casarse; sólo se ejercitaba en el manejo de las armas. De ese modo pasó el tiempo y Chimalma cumplió 17 años.
1.1.3 El venado.
Por entonces hubo un gran ruido en el cielo y cayó un venado de dos cabezas, y un hombre llamado Mishkoatl, el cual era cazador en el valle de Anawak, lo persiguió con ánimo de flecharlo. Una noche y un día lo persiguió, hasta alcanzarlo.
Luego lo envió a los hombres de su pueblo, ordenándoles que, en adelante, los tuvieran por señal de Ometeotl. Ellos lo hicieron así. Adoraron al venado durante cuatro años, alimentándolo con conejos y mariposas. Pero luego murió y, tomando su piel, la alzaron por bandera.
Al cabo de ese tiempo hubo guerra. Enarboló Mishkoatl la piel del venado y se levantó al frente de algunos comarcanos para combatir, y venció. Fue luego a un lugar llamado Komalkan dispuesto a hacer prisioneros. Cuando lo supieron sus habitantes, salieron a su encuentro, le presentaron tributos y lo agasajaron. De ese modo se aplacó su ardor. Luego se dirigió a la ciudad de Tekoma, donde de igual manera lo recibieron diciéndole: ¿Qué haces, Señor? ¡Sé bienvenido! A lo cual él ordenó: ¡Id, traedme una mazorca!
En este lugar yo he de desmenuzarla. Consumada la ceremonia, los de Tekoma se apresuraron a aclamarlo como rey.
En otras ciudades entró y sometió, llevando como estandarte la piel del venado. Así quedó unificado, bajo su mando, el reino de los toltecas.
1.1.4 El pez agorero.
Chimalma solía ir cada mañana una gruta muy hermosa, cercana al templo donde estaba recluida, en cuyo interior había una fuente de aguas puras. Allí hacía sus penitencias y se bañaba.
En cierta ocasión, al terminar su baño, observó que en el fondo del agua brillaba una cuenta de jade. Quiso tomarla, pero se le adelantó un pez, el cual, asomando su cabeza por entre las aguas, le entregó el objeto.
En ese momento, Chimalma oyó una voz que cantaba: ¡Oh, jadecito labrado donde el gran Dios, donde la gran Señora, por los dueños del tiempo cíclico! Has llegado a este mundo desde muy lejos, pobrecillo, fatigado. ¡Nuestro Señor ha arrojado al polvo una piedra preciosa!
Maravillada ante esta revelación, la joven tomó la piedra y la guardó, para llevarla, debajo de su lengua. Pero, en tanto regresaba a sus labores, la tragó sin darse cuenta, de lo cual quedó preñada.
1.1.5 El oráculo.
Transcurrido algún tiempo, comenzaron a notarse los síntomas de su embarazo. Dieron aviso a Mishkoatl, el cual se indignó mucho y dijo: Si fue infamada, merece la muerte. Por lo tanto, decidió consultar a sus adivinos para saber la verdad del asunto.
Echaron la suerte los oficiales y el oráculo les dijo cómo había sido embarazada Chimalma, y añadió: Decid a Mishkoatl: es preciso que cuides de la mujer y de su hijo, pues ha llagado a la tierra la esencia del cielo, se ha manifestado el espíritu de gracia. Él quebrará y barrenará las espaldas de los montes.
A escuchar esta respuesta, Mishkoatl agradeció a los dioses y dio órdenes para que la joven fuera enviada a la casa de sus padres y se le atendiera allí hasta que diese a luz al niño. A continuación, anunció públicamente sus esponsales y reconoció a la criatura como a su propio hijo.
Pero esta noticia disgustó a sus hermanos, los príncipes Solton y Kuilton, quienes ambicionaban el trono de Tula. De modo que ellos se confabularon para matar al rey y apoderarse de su hijo en cuanto naciese.
1.1.6 El nacimiento.
A fin de cumplir con su propósito, los usurpadores contrataron a ciertos guerreros extranjeros a fin de que tendieran una emboscada al rey. Cierto día, mientras caminaba Mishkoatl por la orilla del mar, lo atacaron y mataron, y ocultaron su cadáver entre las arenas. Treinta y nueve años tenía cuando murió, no llegó a cumplir los cuarenta.
Solton y Kuilton tomaron el poder de Tula y se comprometieron a ejercerlo hasta la mayoría de edad del heredero. Pero, al mismo tiempo, contrataron secretamente a ciertas mujeres que ejercían el oficio de parteras, para que asistiesen a Chimalma en su parto y mataran al niño.
Llegaron las parteras a la casa de Pochotitla e informaron a Chimalma: He aquí, han asesinado a tu esposo allá, en la costa, y nosotras hemos venido para asistirte en tu dolor. Al escuchar la noticia, se movió el niño dentro de ella y le llegaron dolores de parto.
Corrieron las parteras, prestamente le fue dispuesto un lecho. Pero Chimalma pidió que, a fin de dar a luz, la trasladaran a la caverna del pez agorero. Entonces la vistieron como reina, con sus adornos de turquesa, la sentaron en un asiento de concha de tortuga y en su mano colocaron la señal de la realeza. Así parió Chimalma: con todas sus insignias.
Mucho sufrió la embarazada, cuatro días luchó el niño en sus entrañas. Al fin, levantando la voz, gritó: ¡Levántate, sé enviado tú, niño nuevo, joya preciosa! ¡Acaba ya! Entonces parió a su hijo sobre un escudo y murió enseguida.
1.1.7 Niño del viento.
Las parteras tomaron al niño y lo arrojaron sobre un maguey para que sus púas lo atravesaran. A la mañana siguiente regresaron para recobrar el cadáver, pero, he aquí, el niño estaba sano. En lugar de herirlo, el maguey había destilado su miel y lo había alimentado durante toda la noche.
Entonces lo tiraron en un hormiguero, creyendo que así sería devorado. Regresaron por segunda vez, pero el niño seguía vivo; las hormigas lo habían acomodado sobre un lecho de flores y lo habían alimentado con masa de maíz.
De nuevo lo arrojaron, esta vez en un manantial de agua. Y cuando la corriente lo arrastró lejos, se dijeron las parteras: ¡Ahora sí que murió ese demonio! Entonces regresaron a Tula para informar a los príncipes de lo ocurrido.
Pero el niño no murió; su cuerpo flotó sobre el agua y la corriente lo depositó dulcemente sobre la arena. Pasaba por ahí un leñador oriundo del pueblo de Yauhtepec, el cual subía hasta Michatla’ko para vender su mercancía. Viendo al infante, lo recogió y lo trajo al pueblo, donde lo mostró a los ancianos.
Cuando Sipaktonal fue informado por las parteras que su hija y su nieto habían muerto, le sobrecogió una gran pena. Pero, al ver al niño que llevaba el leñador, comprendió que se trataba del hijo de Chimalma. Entonces se arrojó al suelo y adoró a la diosa del lugar. A causa de su prodigiosa supervivencia, le puso al niño el nombre de E’ekapiltontli, hijo del espíritu; y habiendo nacido en un día Se Akatl, uno caña, ese fue su nombre calendárico.
Así refieren los viejos su nacimiento y así ocurrió. Pero en verdad no nació, sólo vino a regresar, sólo vino a manifestarse allí. De donde regresó, a dónde fue, nadie sabe a punto fijo, sólo Ipalnemowani, aquel por quien vivimos.
1.1.8 Infancia.
EL niño fue criado bajo la tutela de sus abuelos. Creció rápidamente y era muy precoz y diestro en el manejo del arco. Por medio de flechas que él mismo se preparaba, cazaba conejos para comer. Cuando cumplió siete años de edad, sus abuelos le dieron como herencia las armas de su madre.
Con frecuencia, Se Akatl salía de su casa y se internaba en el monte, regresando al oscurecer. Sus abuelos le reprendían, pero él no respondía. En cierta ocasión les dijo: Padres míos, no os angustiéis. Voy de cacería por las cañadas y los cerros. Siempre llevo mi arco y mi flecha, la cual hizo para mí mi propia madre, y tiene ajustada una punta de piedra. No os inquietéis.
Le preguntaron qué hacía en la barranca. Él respondió: Voy a tumbar al divino de las astas, pues lo están esperando nuestras vidas. Voy a buscarlo, donde quiera que esté, sea en la quebrada, en la ladera o en el cerro. Voy a traeros esa carne, padres, yo os daré de comer.
Pero sus abuelos no quisieron escucharlo y comenzaron de nuevo a reprenderle. Entonces Se Akatl tomó su arco, tiró una flecha hacia atrás y cayó un venado. Viendo esto, se asustaron los ancianos y se dijeron: En verdad, nada sabemos de este niño. En verdad, es hijo del aire, nunca hemos visto otro como él.
1.1.9 Los huesos de su padre.
Tenia Se Akatl algún uso de razón, pues ya iba a cumplir los nueve años. Preguntó a sus abuelos: ¿Quién es mi padre, dónde puedo verle?
Le respondieron: Mira, hijo, él fue atacado por extranjeros y yace allá, en las arenas, donde le sepultaron. Otros han tomado su lugar y su reino.
Dijo: ¡Quisiera ver cómo era el rostro de mi padre! Entonces fue a la costa, buscó y cavó hasta encontrar los huesos. Luego de sacarlos, los llevó al cerro de Mishkoatl y los enterró allí.
Sus abuelos estaban inquietos, pues comprendían que este proceder podría acarrearle una desgracia. Pero él les aseguró, diciendo: No temáis, soy yo, el Señor de las transformaciones. Yo sé lo que tengo que hacer.
1.1.10 Invitación a Tula.
Fueron avisados los príncipes usurpadores de que aún vivía el heredero de Mishkoatl. Se inquietaron y determinaron atraerlo a la ciudad con engaños, a fin de matarlo. Para este propósito, enviaron a un oficial al pueblo de Michatla’ko con este mensaje:
¡Hijo mío, bienvenido! ¿Por qué no fuimos informados de tu existencia, a fin de alegrarnos contigo y devolverte la herencia que conservamos para ti en depósito y préstamo? No es bien hacer. Queremos verte pronto.
También hemos escuchado que encontraste los restos de tu padre, nuestro hermano y señor, y que les diste honrosa sepultura. ¿Es cierto eso? ¡Bien habríamos querido ayudarte! He aquí, hemos dispuesto que se levante un templo en su memoria y que le sean ofrecidos sacrificios. Por lo tanto, os invitamos a ti y a tu abuelo, ese venerable anciano, para que participéis en las exequias que hemos preparado.
Mucho se entristecieron los ancianos al escuchar la invitación, pues comprendían que detrás de estas palabras estaba el designio de sacrificarles. Pero Se Akatl los animó diciéndoles: Padres míos, no os entristezcáis. ¡Iré yo sólo a ver a esos señores!
Respondió el abuelo: No, hijo mío. Tú eres muy joven y yo sólo soy un anciano.
Conviene que sea yo quien muera; quédate tú y vela por tu madre.
Pero el muchacho insistió: No, padre, yo iré. La necesidad me obliga. Soy huérfano, soy acechado; ¿no he de luchar por mi vida? No os espantéis, abuelos, ni tengáis temor por lo que haga.
Entonces Se Akatl dijo al mensajero: ¿Qué es eso de llevar a mi abuelo a la ceremonia? Si alguien debe ir soy yo, el heredero. Aquel respondió. Es cierto, haz como quieras.
Pero, antes de marchar, convino el muchacho con los ancianos: Mañana muy temprano, antes de que salga el Sol, mirad si se levanta una nube en el cielo, será una señal entre nosotros.
Si es negra, quiere decir que ya he muerto; pero si es blanca, significa que he ganado. Creedlo así. Con estas palabras se despidió de ellos.
1.1.11 El sacrificio.
Partió el muchacho con el mensajero. Después de dos días de camino, llegaron a la gran ciudad. Sus tíos salieron a recibirle y le saludaron, diciendo: ¡Sé bienvenido, hijo, cuánto has crecido! ¿Dónde está tu abuelo, el sacerdote, para que también nos honremos al saludarle?
Les respondió: Mi abuelo ya está viejo y sus pies no le sostienen. Pero, heme aquí, su heredero. Yo cumpliré con todas sus obligaciones, ¡oh tíos míos!
Le dicen: Tus razones son ciertas, eres tú quien debe conducir la ceremonia. Pero, ¿qué has traído, con qué dedicarás el templo? Si tan sólo sacrificas algún conejo, o culebras, mariposas y flores, se enojarán los dioses, y acaso quieran traer calamidades sobre tu pueblo. Es necesario que ofrezcas, por lo menos, un ocelote, un águila y un lobo. Y estos tienes que buscarlos por ti mismo, como conviene a la ceremonia. Así le dijeron. Su intención era que las fieras lo mataran.
Pero Se Akatl respondió: Es cierto, tíos míos. En cuanto a la ofrenda, haré tal como habéis ordenado.
Seguidamente fue al monte e invocó a los espíritus de las fieras y les dijo: ¡Venid presto, hermanos míos! Se me ha ordenado que con vuestra sangre dedique el templo de mi padre. Mas no temáis, será solo engaño y estratagema cuando os ate por el pescuezo. Al escucharlo, los animales se ofrecieron dócilmente a su lazo y vinieron con él hasta Tula.
Viendo esto, sus tíos quedaron asombrados y se enfurecieron. Concertando un nuevo plan, se dijeron: Encenderemos primero el fuego y a continuación le pediremos que suba con las ofrendas. Cuando llegue a lo alto para sacrificar, le mataremos. ¡Desde lo alto es muy fácil rodar por las escaleras!
Pero el joven, que sospechaba esta celada, invocó a los espíritus de los topos y los tejones y les dijo: ¡Venid, hermanos míos! Honrad este templo desde su base hasta su cima, escarbad la tierra y agujeread la estructura, de modo que haya un camino secreto para mi ascenso. Ellos acudieron a su llamado e hicieron tal como él les pidió.
Hacia el amanecer, se acercó el joven a la boca del túnel e invocó a los espíritus de las sabandijas, ordenándoles: ¡Apartaos vosotras, arañas blancas, negras, amarillas, no me seáis estorbo! ¡Fuera de aquí, mariposas nocturnas, lagartijas! Que nada me encubra a mis tíos, aquellos que viven en opulencia y habitan en altas moradas.
Entonces subió por el túnel, se mostró arriba y gritó: ¡Soy yo, el hijo sin padre, Ketsalkoatl! He venido a buscar a mis tíos, los nobles celestes. ¿No son aquellos que están allá abajo, agazapados, como gotas que se escurren por el suelo? ¡Apenas os veo!
¡Venid, señores, os espero! He traído conmigo el vestido de mi madre y su espada. La clavaré en vuestras gargantas, en vuestros vientres, en vuestros costados, para que sepáis que mi madre es aquella, la de falda de jades al verlo en la cima del templo, exclamaron sus tíos: ¿Qué es esto? ¡Hemos de ser nosotros quienes encendamos el fuego! Se enojaron mucho y corrieron al templo, pero la escalera era empinada y alta, y antes de llegar arriba, el fuego ya estaba encendido. Entonces invocó Se Akatl al espíritu de las llamas y le dijo: ¡Ven tú, hermana mía, la muerte! Aquí habrás de vivir y renacer. ¡Ven en mi ayuda, padre mío de las cañas ardientes, el de rojos cabellos, tú, que eres madre y padre de los dioses! Siéntate en mi estera de flores, come y bebe.
El primero que llegó a la cima del templo fue Solton. Se abalanzó sobre el joven, pero este, tomando un vaso de piedra hondo y liso, de los destinados a la ofrenda, golpeó con él su cabeza y lo arrojó al suelo. Luego llegó Kuilton, pero los animales destinados al sacrificio, que eran fieros, se abalanzaron sobre él y lo despedazaron. A continuación tomó Se Akatl ambos cuerpos y los lanzó al fuego, donde se consumieron.
1.1.12 La nube blanca.
Al escuchar los gritos de los príncipes, los guardias del templo acudieron en su auxilio. Viendo sus cuerpos desgarrados y quemados, se indignaron mucho y quisieron detener al joven. Lo buscaron por todas partes, pero no lo encontraron, pues él se escabulló, junto con los animales destinados al sacrificio, por el agujero que había hecho excavar bajo la escalera, y salió ocultamente de Tula.
El reinado de los príncipes usurpadores había sido cruel, era mucho y pesado el tributo impuesto sobre la gente humilde, y con alegría se divulgó la noticia de su muerte. Los pobladores salieron al camino para recibir a Se Akatl, lo llevaron en andas y le aclamaron como hijo de Mishkoatl y como heredero del reino.
Cuando llegó al pueblo de Tepoztlán, lo pusieron en una litera y lo pasearon por las calles, al tiempo que gritaban: ¡Viva el gran hombre de la espada, el vencedor de los devoradores!
Al día siguiente, muy de mañana, se asomaron sus abuelos para mirar el cielo. Viendo que una nube negra subía sobre la tierra, se entristecieron mucho y comenzaron a llorar. ¡Ya se perdió nuestro hijo – decían -, ya murió! Pero, después de un momento, la nube se volvió blanca como la nieve y los ancianos se alegraron. ¡Ahora ya ganamos, nuestro hijo ganó!
1.1.13 Los enigmas de la serpiente.
Iba a cumplir el joven catorce años de edad cuando fue enviado por sus abuelos a Xochicalco, la gran ciudad, para ser entrenado por los sacerdotes de Ketsalkoatl. 2 Criaban estos una enorme serpiente que tenía siete prominentes cabezas y recibía el nombre de Señor Ciempiés. Este monstruo se atravesaba en el camino de aquellos a quienes veía, para devorarles y hacerles mal si no respondían a lo que les preguntaba.
Apareció la serpiente ante Se Akatl y le dijo: Joven, vengo a contarte cómo aquí, en esta región del mundo, en la tierra de los antepasados, de los gigantes y los corcovados, mucho tiempo antes de que hubiera llegado a ellas ninguno de los que ahora viven, ya me paseaba yo.
Entonces le hizo la serpiente siete preguntas en lenguaje de misterio38. Esta fue la primera: ¡Tráeme comida, hijo mío! Tráeme al Sol, extiéndelo sobre mi plato y clava la lanza de los cielos en medio de su corazón. Y junto a ella, haz que se siente el gran ocelote para que beba la sangre que destila.
Le respondió Se Akatl: ¿Qué otro sol sino el huevo dorado, raíz del Universo? ¿Y qué lanza sino la sagrada invocación? He aquí al gato precioso: habla contigo.
Agradó su respuesta al Señor Serpiente, quien le propuso su segundo enigma y le ordenó: ¡Ve, niño, tráeme el cerebro del cielo para que yo lo vea! Si eres hombre verdadero, satisfáceme ese deseo. Y ve con cuidado.
He aquí lo que le pedía: una carga de incienso oloroso y una carga de perfumes. Sacó
Se Akatl la ofrenda que traía consigo y quemó incienso ante la serpiente, con lo cual ella quedó satisfecha.
De nuevo le propuso: Hijo, construye para mí un templo precioso cuya fachada esté en línea recta y sea de una sola pieza con el techo. Y haz que entre en él una cierva blanca vestida con fina capa blanca, conducida por el guardián de la blanca sonaja - ¡que yo la escuche! –, y teñida con la sangre de la serpiente que sale de la flor de la sonaja que está en su centro. Porque ensangrentada brota de aquellos que no tienen madre ni padre.
Respondió Se Akatl: ¿Qué templo tan precioso como el cuerpo humano, y que techo tan bien puesto como la cabeza del hombre? He aquí la cierva enjoyada: su visión, y la sonaja que viene con ella: su respiración. ¿Y quiénes son aquellos que no tienen padre ni madre, sino los agujeros del aliento?
Al escuchar esta respuesta, se admiró el Señor Serpiente y le propuso su cuarto enigma, diciéndole: ¡Hijo, vuelve a tu casa y regresa enseguida! Si al regresar ves fuego en el medio del día, pídele a tu hermano que te siga de rodillas como un perro negro, y que traiga entre sus patas el alma de nuestra Gran Madre.
Le respondió Se Akatl: Mi casa es mi cuerpo y viene conmigo. El fuego de medio día me ilumina, y me acompañan mi sombra y mi pureza, en cuyas manos traigo el favor de mi madre.
Aceptó el Señor Serpiente esta respuesta y le propuso su quinto enigma, ordenándole:
Hijo, ve al interior del cielo y busca el corazón del divino Señor, aquél que reposa en un amplio estrado de trece capas y va cubierto por detrás y por delante de una túnica blanca.
Respondió: Ya lo he traído padre, aquí está. La piedra preciosa del corazón del cielo te mira conmigo, desde su asiento de muchos hijos y una sola túnica.”
De nuevo le dice: Hijo, búscame una rama de ceiba que tenga tres cuerdas enrolladas y que se mueva como un bejuco vivo, quiero comerla. ¿Qué opinas, hijo, será difícil de comer el palo de la ceiba?
Le respondió: Es difícil, oh padre, pero sabroso, y le da muy buen sabor a la comida.
Precisamente, cargo a mi espalda una rama de ceiba ondulante cual un bejuco vivo, con tres cuerdas torcidas en ella. La he preparado para ti, tómala.
Viendo que el joven respondía a todas sus preguntas, le propuso la serpiente su último enigma, diciéndole: Ve ahora y tráeme esas cosas redondas que cubren el fondo del pozo. Quiero dos blancas y dos amarillas. ¿Sabes de qué te hablo, hijo mío? Porque, si no sabes, no te será posible pasar.
Se Akatl le respondió: Lo sé, padre. He aquí el pozo de que hablas, en mi pecho está. Y en su fondo veo las raíces blancas y amarillas que has pedido. Si quieres comerlas, debes ir por ellas. Es lenguaje misterioso.
Cuando oyó estas respuestas, se entristeció el Señor Serpiente, pues estaba dicho que quien entendiera, ese alcanzaría el poder y llegaría a la presencia del rey, y sería llamado “grande, verdadero hombre”, y sería el nuevo Señor Serpiente. Grande fue también el sufrimiento de sus servidores, cuando fueron escarnecidos a causa de sus pecados - pues cobraban niños como tributo.
Por sus excesos fue superado de devorador. Así terminó su poder, cuando el corazón del cielo envió contra él a quien pudo devorarlo, al ocelote celeste, el temible Tlalok Ketsalkoatl. De ese modo recayó sobre él la maldición de los enigmas. Y lo vieron y se alegraron todos los habitantes de la ciudad, quienes habían ofrendado sus hijos para él – pues los súbditos cargan siempre con las culpas de los señores.
1.1.14 En la casa de oración.
Después que Se Akatl entró en el templo de Xochicalco, hizo siete años de penitencia, andando sólo por los montes y sacándose sangre. Cuando cumplió la mayoría de edad, lo llevaron a la guerra contra los del Culhuacán y Cholula. Siete años combatió, y le pusieron el nombre de Oselotl, por ser el ocelote el animal más bravo.
Luego marchó a la ciudad de Tulansinko para ser entrenado como señor del pueblo.
Cuatro años permaneció allí, en una casa de escaleras verdes, entregado a sus austeridades.
Todo lo aprendió allí: cómo buscar la divinidad en su interior, cómo invocar al que está dentro del cielo, el que hace aparecer las cosas, el que sostiene la tierra, el que es actividad en todo el Universo. Aprendió a entrar en el Omeyokan, donde las nueve escalas, con Aquel que estrado de trece capas y va cubierto por detrás y por delante de una túnica blanca.
Respondió: Ya lo he traído padre, aquí está. La piedra preciosa del corazón del cielo te mira conmigo, desde su asiento de muchos hijos y una sola túnica.”
De nuevo le dice: Hijo, búscame una rama de ceiba que tenga tres cuerdas enrolladas
y que se mueva como un bejuco vivo, quiero comerla. ¿Qué opinas, hijo, será difícil de comer el palo de la ceiba?
Le respondió: Es difícil, oh padre, pero sabroso, y le da muy buen sabor a la comida.
Precisamente, cargo a mi espalda una rama de ceiba ondulante cual un bejuco vivo, con tres cuerdas torcidas en ella. La he preparado para ti, tómala.
Viendo que el joven respondía a todas sus preguntas, le propuso la serpiente su último enigma, diciéndole: Ve ahora y tráeme esas cosas redondas que cubren el fondo del pozo. Quiero dos blancas y dos amarillas. ¿Sabes de qué te hablo, hijo mío? Porque, si no sabes, no te será posible pasar.
Se Akatl le respondió: Lo sé, padre. He aquí el pozo de que hablas, en mi pecho está. Y en su fondo veo las raíces blancas y amarillas que has pedido. Si quieres comerlas, debes ir por ellas. Es lenguaje misterioso.
Cuando oyó estas respuestas, se entristeció el Señor Serpiente, pues estaba dicho que quien entendiera, ese alcanzaría el poder y llegaría a la presencia del rey, y sería llamado “grande, verdadero hombre”, y sería el nuevo Señor Serpiente. Grande fue también el sufrimiento de sus servidores, cuando fueron escarnecidos a causa de sus pecados - pues cobraban niños como tributo.
Por sus excesos fue superado de devorador. Así terminó su poder, cuando el corazón del cielo envió contra él a quien pudo devorarlo, al ocelote celeste, el temible Tlalok Ketsalkoatl. De ese modo recayó sobre él la maldición de los enigmas. Y lo vieron y se alegraron todos los habitantes de la ciudad, quienes habían ofrendado sus hijos para él – pues los súbditos cargan siempre con las culpas de los señores.
1.1.15 La casa real.
Dijo Se Akatl a sus ayudantes: Proporcionadme una multitud de gente, pues necesito construir mi casa. Al punto se le unieron los toltecas. Y les ordenó que acarrearan mucha piedra y la dispusieran en torno al espacio elegido para ello, y que trajeran también mucha cal, conchas, piedras finas, pinturas y oro, todo lo necesario para hacer una buena casa.
Cuando todo estuvo reunido, pidió a los toltecas que marcharan a sus casas y se encerraran todos, asegurando puertas y ventanas, como si fuese a ocurrir una tormenta; que ninguno saliera a la calle por ningún motivo. Y ellos lo hicieron así.
A la puesta del sol comenzó un aire muy fuerte, que fue incrementándose hasta transformarse en tempestad. Y la tempestad rodó por la ciudad, esparciendo los materiales para la construcción y produciendo horribles ruidos que asustaron a los toltecas.
Hacia la mañana se calmó el viento. Entonces se escuchó el sonido de una caracola que convocaba a los vecinos. Salieron todos a mirar y, he aquí, la piedra colocada en su lugar en forma de un hermoso palacio de cuatro cámaras orientadas hacia los cuatro rumbos.
Decoró Se Akatl el interior de las cámaras con colores escogidos. En la primera dispuso ornamentos labrados en jade hasta cubrir sus pisos y paredes; la segunda la tapizó en todo su interior con plumas finas de color de fuego; la tercera cámara estaba cubierta con láminas de oro labradas con dibujos primorosos; y la cuarta, la decoró con nácar rosa y corales.
Edificó también diversos templos de sombra y penitencia donde vivía, apartado de todos, en continua meditación y ayuno. Y puso guardias en las puertas, que a nadie dejaban pasar.
Hizo además un gran templo con columnas en forma de serpientes emplumadas, pero lo dejó inconcluso, pues era mucha su grandeza.
1.1.16 Las insignias.
Con toda su riqueza, no olvidaba Se Akatl a Aquel por Quien vivimos, llevando una vida casta y austera. Cada día, al filo de la media noche, descendía al baño que se había preparado en Shippakoyan y tomaba sus abluciones. Allí ofrecía reparaciones por los toltecas, por si alguno había pecado en público o en secreto, punzándose las orejas con espinas de jade y ofreciendo su sangre en plumas de quetzal. Todas sus ofrendas iban rociadas con inciensos y sahumerios.
Hablaba cotidianamente con Aquel que mora sobre los nueve cielos, cuyo nombre es
Viento y Tinieblas, y le decía: ¡Ven, deidad de los cuatro rumbos, ser infinito, tú, el de las nueve regiones, espíritu que ilumina, esencia y fuerza Nuestro Señor Ketsalkoatl! De este modo esperaba su divinidad.
También hablaba con su pueblo, escuchando sus súplicas e impartiendo justicia.
Cualquiera de los moradores de la tierra podía llegar hasta él, y eran sus juicios justos y sabios.
Y al juzgar, colocaba sobre sus hábitos de penitente las insignias de su condición. Sobre su cabeza ponía una mitra cónica de piel de ocelote, y en sus mejillas, una barba de plumas verdes y azules. Su rostro y miembros decoraban con rayas negras y amarillas, y sobre sus hombros colgaban orejeras de oro torcidas en espiral. Un pectoral de caracoles le ceñía, y sobre este, el collar de la joya del viento. Sus cabellos adornaban con plumas de guacamaya y quetzal.
Usaba un vestido de bordes rojos que cubría sus caderas y sus muslos. Bajo sus rodillas, campanillas atadas con lazos de piel de ocelote. Blancas eran sus sandalias, y su escudo rojo y negro, adornado con la cruz de los cuatro rumbos. Y su bastón era una caña curva de un codo.
Así era visto por todos y así hablaba. Pero luego, en su casa de recogimiento, tornaba a su hábito negro y soltaba sus caballos.
2. EL HOMBRE PREHISPÁNICO.
Las culturas indígenas del México antiguo desarrollaron un vasto conocimiento basado en la observación de los ciclos biológicos de su entorno y la posible vinculación entre algunos de ellos y ciertos fenómenos cósmicos que buscaron interpretar.
La lucha por la supervivencia, a lo largo del tiempo, les permitió optimizar los recursos vegetales, animales y minerales que la naturaleza ponía a su disposición en cada región de asentamiento.
En épocas prehistóricas su dieta estuvo basada exclusivamente en productos de la caza, pesca y recolección de plantas y frutos apropiados.
Con el transcurso del tiempo, el consumo selectivo realizado por grupos humanos cada vez más numerosos, contribuyó a modificar las condiciones naturales de diversas especies vegetales. Fue un lento y progresivo proceso, de muchos miles de años, en los cuales coexistieron la recolección y formas primitivas de agricultura rudimentaria.
En algún momento, fechado estimativamente por los arqueólogos en unos cuatro o cinco mil años antes de nuestra era, comenzó la domesticación del maíz, a partir de su ancestro silvestre el “teocinte” cuyo fruto era minúsculo.
Desde estas lejanas épocas comienzan a aparecer en Mesoamérica instrumentos de piedra apropiados para la molienda de semillas.
En México el desarrollo de la agricultura no produjo, como en otras zonas del mundo, una reducción en la salud nutricional de su población por mayor dependencia de una fuente alimenticia preponderante. Tal vez porque se mantuvo allí la costumbre de utilizar una gran variedad de aprovisionamientos alternativos, como animales de caza, peces y otros productos acuáticos, frutos y vegetales silvestres, flores, raíces, gusanos e incluso insectos.
Por otra parte, también en México se domesticaron otros vegetales como el amaranto, el chile, el frijol y la calabaza.
La utilización desde tan remota época de la combinación del maíz, el frijol y la calabaza, como parte de la dieta esencial, ha sido fundamental para el desarrollo saludable de las poblaciones indígenas.
En efecto, todos los análisis científicos concuerdan en que la ingesta conjunta del maíz, el frijol y la calabaza es incluso más beneficiosa nutricionalmente que su incorporación por separado. Sus nutrientes se complementan muy bien.
Además, la ductilidad de los jitomates, que pueden comerse tanto crudos como cocidos, unidos a la variedad de chiles que con mayor o menor grado de picante también pueden ingerirse tanto frescos como secos o molidos, crudos o cocidos, contribuyeron a la elaboración sazonada de toda clase de aves silvestres, carnes de caza y pescados.
Las evidencias arqueológicas y otros estudios científicos ponen en evidencia que cada una de las civilizaciones prehispánicas que florecieron en México manifestó características culturales propias. Dada la variedad de suelos y climas en que ellas se desarrollaron es seguro que sus pautas alimentarias estuvieron adaptadas a los recursos naturales propios de cada región.
Sin embargo, la zona de influencia de algunas de estas civilizaciones, como la olmeca, teotihuacana, zapoteca, maya o mexica (azteca) abarcó en algunos casos amplísimos territorios. Esta difusión originó un vasto comercio y la necesidad de abastecimiento de recursos alimenticios para pobladas metrópolis gestó en ellas el intercambio de productos en grandes mercados o “tianguis”.
Existen múltiples evidencias en este sentido del transporte de mercaderías a largas distancias. Tanto la arqueología como la documentación histórica al momento de la conquista española, demuestran la importancia que la práctica del pago de tributos en alimentos por parte de las etnias sometidas, había adquirido para la consolidación del poder central azteca.
El mercado central de Tenochtitlán, el “tianguis” de Tlatelolco, era de dimensiones colosales para la experiencia europea de la época y causó la admiración de los españoles por su organización interna y la extraordinaria variedad de productos ofrecidos.
2.1 La importancia del maíz.
Así como la domesticación del trigo en la Mesopotamia y la del arroz en India y China sentaron las bases para la revolución neolítica en Europa y Asia, la domesticación del maíz transformó el desarrollo cultural de todas las civilizaciones americanas posteriores.
El maíz es muy versátil, sus granos tiernos pueden consumirse tostados o cocidos. Cuando están secos se transforman fácilmente en masa para tortillas o tamales.
Su cultivo no requiere de arados ni animales de tiro. Para la siembra basta un bastón de madera dura (la coa) con el cual cavar el hoyo donde irá la semilla. Progresa sin necesidad de irrigación ni mayores cuidados. No requiere de suelos planos ni especialmente preparados.
Crece tanto en altura como a nivel del mar y puede darse tanto en climas tropicales como en zonas frías de llanura o de montaña. Sus granos se almacenan fácilmente y pueden utilizarse mucho tiempo después de la cosecha.
Constituye un excelente alimento tanto para los humanos como para aves y animales domésticos. Las hojas de la planta y la de la mazorca pueden usarse para envolver y cocinar diversos platillos. Los olotes (marlos) secos y sin granos se utilizan como combustible. Las cañas secas sirven para construir muros y techos. Finalmente los residuos o barbechos constituyen un excelente abono.
Todo esto explica que se convirtiera en la base de la alimentación de quienes aprendieron a cultivarlo.
Además, los antiguos mexicanos descubrieron una forma realmente exitosa para que su ingesta fuera aún más digerible y saludable. Este proceso conocido como “nixtamal” del maíz consiste en el cocimiento lento de los granos en agua alcalina (con tequesquite, ceniza o cal), permitiendo el desprendimiento de la cutícula u hollejo indigesto. Esto produce, entre otros beneficios, que el nivel de calcio de las tortillas aumente veinte veces.
Las tortillas han constituido desde tiempos inmemoriales el sustento básico de las poblaciones mexicanas. Nadie puede probar a ciencia cierta cuando aparecieron pero se supone que existen casi desde la domesticación del maíz, ya que en yacimientos arqueológicos muy antiguos se encuentran metates y comales, los instrumentos culinarios imprescindibles para producirlas.
Es muy probable que la producción de tortillas haya constituido la principal ocupación de las mujeres mexicanas a lo largo de milenios. Esta siempre fue una tarea hogareña femenina y se ha calculado que una mujer europea de una cultura triguera precisaba emplear unas tres o cuatro horas a la semana para fabricar el pan necesario para su familia, mientras una mujer mexicana necesitaba de treinta y cinco a cuarenta horas para producir tortillas, que sólo pueden consumirse siempre calientes y recién hechas.
2.1.1 El maíz en la mitología prehispánica.
El maíz fue incorporado de diversos modos a la mitología prehispánica. Para los mayas quichés que escribieron el Popol Vuh, los dioses creadores fueron probando con distintos materiales, pero recién pudieron dar origen a los hombres verdaderos cuando los fabricaron con semillas de maíz.
También los mexicas concibieron la creación en etapas sucesivas hasta llegar a la verdadera humanidad y su alimento perfecto: el maíz. Ambas culturas manifestaban en sus mitos desprecio por aquellos pueblos que no fueran capaces de sembrar maíz.
Chicomolotzin, o “7 mazorcas de maíz” era para los mexicas la Diosa de los Mantenimientos. El numeral 7 significaba semillas para el lenguaje esotérico de los brujos y el nombre esotérico del maíz era “7. Serpiente”. Tal vez porque esta Diosa también era llamada Chicomecóatl que significa justamente “7.Serpiente”.
Cada planta importante para los mexicas tenía su deidad y el maíz que era la más trascendente de todas tenía diversas representaciones.
Centéotl (centli: maíz y téotl: dios) era el dios del maíz en general.
Xilonen , concebida como una deidad joven, era la diosa de la mazorca tierna.
Itlamatecuhtli, “la señora de la falda vieja”, era la diosa de la mazorca seca.
2.2 Los utensilios de cocina.
Los más importantes fueron:
El metate y mano cilíndrica: mortero rectangular plano con tres patas de piedra volcánica, para moler granos y semillas.
El molcajete: recipiente cóncavo de piedra o de barro, para triturar y moler diversos alimentos, entre ellos los necesarios para elaborar las salsas picantes, con ayuda del tejolote o cilindro pequeño del mismo material.
Estos dos se siguen usando en la actualidad en las cocinas de los hogares mexicanos.
Barro cocido: se elaboraron infinidad de ellos con este material, como ser ollas y cazuelas, pichancha o coladera (olla con muchos agujeros para escurrir el nixtamal), comal (recipiente plano como un sartén o plato, para asar distintos alimentos), cántaros, y otros recipientes.
Canastas o chiquihuites: confeccionadas de distintas fibras vegetales, servían para almacenar los alimentos.
Cuchillos: hechos de obsidiana, usados principalmente para cortar carnes y pieles de distintos animales. Para cortar los alimentos tiernos, sogas de ixtle.
Otros utensilios fueron confeccionados de madera o de guajes.
2.3 Tipos de alimentos.
Maíz: tortillas (panes circulares y planos), tamales (rellenos con carnes, pescados, mariscos, frijol, semillas, solo de masa, dulces), tlacoyos y otros antojitos, chocolate (agua, cacao tostado y masa), atole y pinole, todos ellos se elaboraban con masa de nixtamal. Las palomitas (granos secos tostados), elotes cocidos (mazorca tierna), elotes asados, miel de caña, hojas para envolver los tamales, espigas para hacer panes, hojas de la mazorca para tamales, cabellos de la mazorca para infusiones, esquites (granos tiernos cocidos con sal y chile) y pozole (guisado con maíz, carne de ave y frijoles).
Frijol: cocido en caldo, como harina, como relleno de tamales y tacos, con chile, hervido con sal y epazote (hierba aromática).
Semillas de Amaranto o alegría (huautli en náhuatl): molido hasta hacer una harina muy fina que luego se amasaba con maíz y miel (“tzoalli” en náhuatl) para hacer panes o figurillas de dioses y montañas que luego de ser adoradas se sacrificaban y consumían en ceremonias y rituales; tostado y apelmazado con miel de maguey; tostado y molido como harina para hacer tortillas y tamales.
Semillas de Calabaza: para moles, salsas, guisados y tamales, en pasta para bebida, o simplemente tostadas.
Otras semillas: chía o salvia (harina, bebida, aceite), cacahuate (maní), piñón, teocinte o maíz silvestre y otras.
Verduras: chiles (gran variedad, frescos o secos), quelites (distintas plantas de hojas y tallos verdes), acuyo, chaya, chipilín, acedera, flores (calabaza, biznaga, yuca, maguey, frijol, colorín, entre otras), hojas carnosas de nopal y maguey, vainas, chayotes, calabacitas, calabaza, camotes (batatas), yuca, jícama, distintas raíces y bulbos, algas, hongos, tomate verde, jitomate (tomate rojo), una especie de cebolla americana (xonácatl), y otras.
Carnes: venado, conejos, liebres, tapir, perros (xoloitzcuintli), pecarí, armadillo, tuzas, topos, ardillas, guajolote (pavo), faisán, codorniz, patos, garzas, grullas, gansos, iguana, ranas, tortuga (de mar y de tierra, carne y huevos), culebras, lagartijas, serpientes, gusanos, insectos varios y sus huevos (los más apreciados chapulines y langostas), larvas, hormigas, peces de agua dulce y de mar (bagre, trucha, pescado blanco, tiburón, robalo, mojarra, sierra, y otros) y mariscos (cangrejos, mejillones, ostras, acamayas, pulpos, camarón, y otros).
Frutos: tunas, zapotes, zarzamora, ciruela americana de carozo grande, guanábana, mamey, papaya, tejocote, capulín o cereza de tierra, nanche, guayaba, piña, aguacate (palta), papaya, y otros.
Dulces: se elaboraban con mieles diversas (de abeja, de maguey, de caña, de palmas y raíces, de hormigas, de avispas) y semillas o frutos.
Bebidas fermentadas: la más famosa es el pulque (del maguey). También las elaboraban con jugos de frutas y con miel y corteza de árbol.
2.3.1 Conservación de los alimentos.
Secar: se utilizaba esta técnica para los pescados y carnes y para los chiles y distintas semillas. Salar: solo para el pescado y carne.
Mieles azucaradas: para raíces y frutas diversas.
2.3.2 Técnicas de cocción.
Se usaron solamente dos:
Azar: directamente con las brasas, o usando el comal como difusor del calor, o en la ceniza o en hornos bajo tierra (barbacoa o pib-bil).
Hervir: cocer en un recipiente con agua o al vapor, envolviendo los alimentos en diferentes hojas comestibles.
La técnica de freír fue introducida por los españoles.
3. Religión Cosmovisión y Medicina Azteca.
Los acontecimientos astronómicos podían afectar las funciones corporales y a la inversa el comportamiento humano podía afectar la estabilidad y equilibrio del universo.
Una de las tareas clave impuestas al hombre era de mantener la existencia del universo mediante la práctica de rituales. Un ejemplo de esto era proporcionarle energía al sol por medio del sacrificio habían creado al mundo y al hombre mismo.
Condujo a un sistema de ética y a un concepto del bien y el mal basado en la obtención y el cumplimiento del deber
3.1 Los mitos de los aztecas.
Dividían al cuerpo en mitades opuestas pero completamente, la salud y la felicidad eran resultado del equilibrio de la dieta y la moderación en el comportamiento
3.2 Complejos de deidades.
Las deidades eran antropomorfas y animistas casi todos los aspectos de la naturaleza tenían una deidad asociada. Muchas deidades tenían su alter ego animales llamados nahualli. Los dioses tenían naturalezas dobles y cuádruples, asociadas a las primeras con el concepto de oposición y las ultimas con las direcciones cardinales determinados por grupos políticos (pueblos, oficios, profesiones y clases sociales) tenían deidades tutelares especificas
Se hace un análisis amplio sobre los complejos de los dioses:
Creatividad Celestial y Paternalismo Divino
Ometecutli (Dios de la Dualidad)
Tezcatlipoca (Dios Creador)
Xiuhtecutli (Dios del Fuego)
Lluvia, Humedad y Fertilidad Agrícola
Tláloc (Dios de la Lluvia)
Centeotl (Dios el Maíz)
Xochipilli (Diosa de la Primavera)
Ome Tochtli (Fertilidad Agrícola)
Teteo Innan (Diosa de la Tierra)
Xipe Totec (Fertilidad y Primavera)
Guerra, Sacrificio Alimentación Sanguinaria del Sol y de la Tierra
Tonatiuh (Dios del Sol)
Huitzilopochtli (Colibrí, Dios Solar Patrono de los Mexicas)
Quetzalcóatl, deidad compleja que combinaba las características de varios temas, era un dios patrón primordial, pero participaban también en el complejo lluvia fertilidad.
Los dioses tenían funciones importantes como patronos de los días y divisiones mayores del calendario. En este sentido estaban involucrados con los aspectos astrológicos de la salud y la enfermedad
4. Generalidades de Teotihuacán.
La Zona Arqueológica de Teotihuacán se localiza en el estado de México, es considerado uno de los sitios prehispánicos más importantes descubiertos hasta el día de hoy. Es testimonio material de una de las ciudades prehispánicas mejor planificadas y extensas del mundo antiguo.
Teotihuacán significa el “lugar donde fueron creados los dioses” y debe su nombre a los mexicas, que la llamaron así seis siglos después de su abandono. Alcanzó los 22 kilómetros cuadrados de extensión y fue uno de los polos culturales del área conocida como Mesoamérica.
Su valor universal se aprecia en el diseño urbano ortogonal, definido por la calzada de Los Muertos en el eje norte-sur y las canalizaciones del río San Juan en el este-oeste, disposición que se vincula con el paisaje y sus elevaciones naturales, como el cerro Gordo y la sierra de Patlachique. Sobre ese plano se trazaron calles, palacios, templos y conjuntos habitacionales con una población multiétnica dedicada a la producción artesanal, el comercio, el sacerdocio y la guerra.
También se caracterizó por su cultura material, como la pintura mural o los objetos cerámicos y de piedra ofrendados en edificios y entierros de todas las clases sociales. De sus numerosas construcciones, distribuidas en tres mil hectáreas, las más importantes se hallan en la calzada de Los Muertos, entre las que destacan las pirámides del Sol y la Luna, la Ciudadela, los conjuntos Oeste y de La Ventilla, el Gran Complejo y los palacios de Tetitla, Atetelco, Tepantitla, Yayahuala y Zacuala.

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